3 de junio de 2008

Cuentos para adolescentes

Si sos un adolescente soñador este cuento es para vos!


Por: Blanca Luz - Chilena


...EXTRAÑO SUEÑO...


Los sueños rara vez se asemejan a la realidad, así como tampoco intentamos de concretarlos, hasta que a veces nos perturban a grados extremos, que pensamos que es algo que tenemos que vivir y que no podemos seguir negándonos a aceptar que entren en nuestra vida real.
Algunos psicoanalistas dicen que son deseos ocultos que no queremos expresar, son nuestros miedos, son también concretizaciones astrales.
Soñar es vivir otra realidad, más ligada con nuestro espíritu, y también puede ser el cable a tierra que necesitamos para saber adónde vamos y por qué, Mara decidió vivir su sueño, era lo correcto para ella en ese momento, pero sólo Rafael nos podría decir si hizo realidad este sueño porque también fue parte de él.
Rafael y Mara se conocían de tiempo, eran amigos y se habían conocido en una empresa, donde ambos realizaban labores distintas, al irse Mara de la empresa, ellos siguieron en contacto.
Mara no podía evitar a veces sentir una especial ternura y amor por Rafael, sentía esa necesidad de acariciarle como si fuera un niño, él se molestaba con ella por eso, pero Mara le decía que era algo: muy de adentro y que no podía evitarlo.
Ambos conversaban de todo, y no les faltaba tema, las horas pasaban rápidas y sin darse cuenta.
Compartían el gusto de tomarse el tiempo para observar la puesta de sol, otras se entretenían mirando a las olas del mar en su ir y venir, o bien paseando por los parques aspirando el perfume de las flores de los jardines.
Quizás esto comenzó, el día en que coincidieron en una reunión para algunos amigos, se dio que en la reunión cada uno compartió con sus amigos, y amigos comunes trataron de arreglar que ellos, se fueran juntos a otro lugar donde continuaron todos conversando.
Claro que Rafael tampoco estaba bien, había bebido sin cenar, hablaron puras tonteras, Mara estaba algo confundida. Como casi al amanecer se fueron todos a dormir acomodándose cada uno en su habitación, pero Rafael quería dormir con Mara, ella en realidad no se hizo problemas, pues no pensaba desvestirse, pero ella se daba cuenta que su amigo no estaba bien, y no le quería discutir, pero él buscaba pelea.
Finalmente, ella se enojó un poco, se duchó y en ello se dio cuenta que no podía pelear con él, que lo quería demasiado para estar enfadada con él. Ella le dijo que lo quería y que no pelearan más, ella lo envió a la ducha, pero Rafael solo reaccionó cuando tomaron desayuno. Mara quiso irse, pero Rafael no la dejó alejarse ese día temprano, así que compartieron sus actividades ese día, solo se separaron hasta que rendidos se fueron a sus respectivas casas a reponer el sueño.
Tres semanas más tarde, Mara y Rafael se reunieron para conversar, él le pidió disculpas porque él no se acordaba de nada de lo que había pasado esa noche, Mara ni se sorprendió, pues de alguna forma, ella siempre se dio cuenta que las cosas así eran y le creyó.
Rafael le propuso salir juntos de vacaciones, ella lo pensó un poco y aceptó, eran sólo unos pocos días a lo sumo una semana, así que coordinaron sus fechas de vacaciones, las acomodaron y se fueron de paseo a la costa. A medida que se acercaba la fecha, Rafael estaba como asustado y se comportaba un poco seco y duro con Mara.
Mara pensó que él se había arrepentido y que no irían juntos, pero ella no se complicaba y no se hacía ni medio problema, pues estaba preparada para esa eventualidad. Rafael se dio cuenta que debía continuar con los preparativos, más que mal él lo había iniciado, así que fue preparando los detalles necesarios.
Convinieron reunirse después del trabajo de Mara e irse juntos al hotel, pero la noche previa al de la reunión, Mara tuvo su primer sueño con Rafael que ella recordara, su extraño sueño era un desvarío pues estaban solos y era absolutamente erótico, empezaron a besarse, luego se acariciaron y terminaban amándose con locura, ella despertó sobreexcitada y confundida esa mañana.
Mara se sentía segura de sí, en el aspecto de no vivir una aventura con su amigo, pues antes que nada no quería dañar la relación de amistad que entre ellos existía. Tuvo un día loco de trabajo y tensión que cuando se encontraron estaba con un cierto grado de nerviosismo.
Los primeros días todo anduvo bien entre ellos, pero Mara seguía teniendo esos sueños con Rafael que al final le trajeron turbación y confusión. Ella en el fondo de su corazón, se sentía bien con Rafael, pero estaba luchando en su interior por controlarse y no realizar acciones impulsivas.
Pero esa mañana le pidió un abrazo fuerte y decidió abrirle su corazón, sincerándose con él y pidiéndole que le amara, pero al mismo tiempo pidiéndole que si él sentía que no podía ser, ella iba a salir esa noche para evitar forzar situaciones que a lo mejor él no deseaba, en realidad, ella no sabía que pasaba por su cabeza y su corazón, porque tampoco habría sabido que hacer, lo más probable que esa noche, ella hubiera caminado y caminado hasta el cansancio para no tener esos extraños deseos. Pero Rafael le dijo que lo perdonara, pero que él no sentía nada por ella y que estaba sorprendido, Mara se avergonzó y se reprochaba interiormente su actitud, y él le dijo que dejarán pasar el día.
En ese minuto lo único que necesitaban era andar, pues está claro que lo dicho, significaban mil cosas.
Sería acaso solo deseo, ¿qué una vez que quedará satisfecho, ya no habría inquietud ni nada, resultaría?, que sabían ambos sobre eso, los sueños podían no cumplirse y resultar también un fiasco, Mara jamás hacía caso a sus sueños pero lo repetitivo y lo vívido, la tenía ardiente, ella no era mujer de pasiones, tal vez de mucha ternura, quizás por eso estaba tan excitada, pues era algo nuevo y diferente en su piel.
A medida que el día fue transcurriendo como que Rafael, no se negó más a lo que pudiera sentir o pasar entre ellos, pues ellos se querían harto y además ambos sabían que por sus circunstancias de vida tampoco podían comprometerse.
Esa noche mientras Mara intentaba preparar la cena, Rafael la observaba como trabajaba y empezó a acercarse a ella, haciéndole cariño y la cena quedó olvidada, pues ellos jugaron como dos niños a quererse, Mara estaba feliz, las cosas se estaban dando entre ellos, eran afines y ella se entregó sin pausas y sin miedo.
Al día siguiente, fueron a otra ciudad y no encontraron alojamiento como ellos necesitaban, se tuvieron que conformar con una habitación matrimonial, Mara estaba complicada, no quería abusar de su amigo. Le dejó tranquilo esa noche, pero claro que no se resistió mucho, pues no podía evitar el deseo que sentía por él, eso la tenía sorprendida de sí misma, le amaba con una pasión y un fuego que le abrasaba.
Rafael se rindió, prefirió disfrutarlo sin pensar más, era tierno y delicado, aunque no podía dejar de sentirse algo extraño, confundido, pasaban mil cosas por su cabeza, pues recién estaba realmente conociendo a su amiga, pero por otro lado esa entrega sin pedir nada a cambio lo tenía desconcertado.
A veces pensó mal de su amiga, pero ella era así, porque jamás tenía segundas intenciones, era muy literal con el juego de las palabras y eso le daba un efecto pícaro, del cual muchas veces ella no tenía conciencia.
Mara estaba sorprendida, pues él a veces era frío y distante, que descubrir que era apasionado y que se esforzara por hacerla feliz, que se entregaba al juego que estaban viviendo, no podía dejar de conmoverla.
Pero finalmente, llegó el último día de sus vacaciones al separarse, él no pudo evitar ser frío y decirle que lo habían pasado bien y que entre ellos no había nada. Mara lo sabía bien, no pedía nada, pero no pudo evitar sentir tristeza por su frialdad, hubiera preferido que él no hubiera dicho nada, pues ella lo tenía presente pues para que ese sueño hubiese podido continuar, debían ocurrir otras cosas que no se planearon y arreglaron.
Pasaron unos días, se reunieron como si nunca hubiera existido la pasión que hubo entre ellos, si no como amigos, definitivamente se sentían seguros el uno con el otro, pasaron algunas semanas y meses y un buen día se propusieron realizar un nuevo viaje de vacaciones.
En este viaje todo fue planeado: el hotel, los lugares a visitar, fue distinto pues ya se conocían mejor. Mara trató de evitar su efusividad, pero definitivamente era una regalona irremediable que no pudo ir contra su naturaleza afectuosa y cariñosa. Mara quería no sentir esa fogosidad que inspiraba Rafael, y se mantenía ausente.
Rafael estaba confundido los primeros días de verla distante, pero ella intentaba de no incomodarlo y disfrutaba de su compañía, él se sentía feliz con ella.
Bromeando un día, Rafael le dijo que tendrían que bañarse pues habían andado todo el día subiendo y bajando colinas y escaleras interminables, ella sin mediar palabras, ni pudor se desvistió y se metió a la ducha, él la siguió y se bañaron juntos, era una delicia mutua sentir el agua en sus cuerpos, su intercambio de caricias jabonosas y sus besos juguetones.
Después se secaron mutuamente y continuaron en sus juegos de besos, abrazos y terminaron amándose apasionadamente, esa noche se durmieron abrazados, estaban exhaustos pero plenos.
Los días siguientes, siguieron apasionados y tiernos entre sí, no se proyectaron hacia adelante, ambos tenían temores al compromiso, quedaron en el silencio muchas palabras, que no afloraron para no romper el encanto de estos momentos, vivían un presente magnífico y exquisito, jamás tal vez habrían descubierto lo afines y apasionados que podían resultar de no vivir esos días.
Rafael trataba de aferrarse a esa personalidad individualista y autosuficiente que tenía, que a Mara desconcertaba y trataba de asimilar y comprender, era cierto que Mara tal vez era demasiado dulce y atenta, y él no podía aceptarlo.
El día del término de sus vacaciones, Rafael le dijo a Mara que prefería que dejaran de verse, pues ya no se sentía tan seguro de sí como antes, para verla de nuevo sin terminar lastimándola, Mara fingió no darle importancia, pues no se veían más allá de una o dos veces al mes, que nada dijo.
En Mara había mucha confusión en su mente, muchas cosas nuevas, que no sospechaba que volvería a sentir, pues de alguna manera se sentía viva, ella en realidad no sabía si amaba o no, porque ya no quería engañarse más creyendo que era amor lo que no era, ya no era joven, ya no se hacía ilusiones, pensaba a veces que el amor era como una palabra de diccionario que era demasiado abstracta para representarla y que a lo mejor no existía en su vida.
Después de ese viaje la amistad de Rafael y Mara se perdió en el ocaso aquel en que se despidieron.
Mara al principio, estaba más ausente, más inestable, más melancólica, no podía evitar recordarlo, en su intimidad recordaba cada detalle, cada gesto que allí entendió que había perdido a su amigo, también comprendió que le amaba demasiado, en esos días lo había aprendido a querer más, quizás su único consuelo era saber que era posible sentir todas las cosas bonitas que él le había hecho vivir.
Rafael le daba vueltas a las cosas, la recordaba, pero no quería volverla a ver, quería estar seguro de que lo que sentía por ella, no era solo pasión y deseo. Que era un amor real y verdadero, pero también al mismo tiempo quería no sentir nada por ella, pues ella no era el tipo de persona que él había idealizado en su mente como mujer.
Mara trataba de borrarlo de su memoria y piel, sentía que ya no podría volver a amar y entregarse como se había dado, sin medida, era un proceso doloroso pues al final siempre terminaba valorando todas las cosas especiales y únicas de Rafael.
Mara sufría, pues había un espacio de su vida que había llenado Rafael, de forma completa y única, pero él sólo calló y se alejó en las brumas del ayer, ella jamás rompió su promesa, de tocar el tema con Rafael en alguna ocasión, ni tampoco de buscarle aunque eso significara, lo que había ocurrido en sus vidas no saber más el uno del otro.
Rafael se mudó de ciudad, para empezar su vida cerca de su gran pasión, el mar. No quería cruzar ninguna frontera que lo hiciera ceder lo que más apreciaba: su Libertad, pero por otro lado, trataba de sofocar todas sus necesidades afectivas y emocionales con su familia: sus hermanos, sobrinos y su madre.
Mara siguió su vida como siempre, como si nada hubiera ocurrido, pero sus ansias de ternura y amor eran mayores, tal vez más inconformista, después de esta experiencia tuvo que tratarse con una psicóloga para superar el vacío y hastío que sentía por la vida, y en sus muchas lágrimas pensaba en las palabras de su corazón que le decía: todo llega a su tiempo, ni un minuto antes, ni otro después.
Tal vez su sueño no tenía que hacerse realidad con Rafael, y él sólo era la imagen idealizada que existía en su mente.




Cuento para adolescentes

Ahí les va un cuento para enamorarse...


Por: Hans Christian Andersen

*EL PRIMER BESO*



El viaje estaba un poco aburrido. El auto se deslizaba adormecedoramente sobre el asfalto hirviente de la Ruta 14. Habíamos pasado Gualeguay y mi viejo, con la mirada en la ruta y la frente plagada de gotitas de transpiración, seguía buscando alguno de esos bares ruteros donde se consigue la anhelada Coca fría.En la radio del auto sonaban unos chamamés con interferencias, por las ventanas delanteras abiertas entraba un aire caliente y húmedo, pero el bar no aparecía. Mi viejo se vuelve a acomodar en el asiento, siempre mirando para adelante y silbando de vez en cuando algún tango. Cómo silbaba tango mi viejo, yo no podía sacar ni la décima parte de sus melodías, y eso que trataba de copiarle el silbido a cada rato.A mí la remera a rayas ya se me había adaptado al cuerpo como una segunda piel y la aureola de sudor debajo de los sobacos era imponente. Imposible dormir, aunque podría decir que me desperté de un raro letargo al sentir que el auto viraba y entraba en un camino de un pedregullo agreste y saltón. Al levantar la cabeza veo el cartel: "Bar Espino". ¡Por fin la Coca Cola!Quince minutos después retomamos la ruta, con un par de botellas de una de las mejores Cocas que recuerdo haber tomado, mi viejo silbando de nuevo y el asiento recalentado del sol de la mañana. Me quemo el codo al apoyar el brazo contra la puerta que arde. Faltaba poco para llegar a Barú, donde íbamos a lo de Yourdan. Pero antes teníamos que visitar a un lejanísimo pariente de esos que no sé como el viejo los conocía a todos.Por mi parte, me encontraba bastante incómodo porque siempre para mí las situaciones eran dificilísimas: entrar simpáticamente a casas extrañas con gente desconocida y simular que me acuerdo de todos y que me alegraba de verlos. Antes de llegar ya contaba las horas para saber cuánto faltaba para irnos y molestaba a cada rato a mi papá para tratar de achicar la estadía. En el fondo me gustaba acompañarlo en sus viajes a Entre Ríos, era lindo bañarse y nadar en los arrollos, andar a caballo o comer esos gruesos salamines caseros que nos convidaban casi obligatoriamente en todas las casas de campo donde paráramos. Pero lo que más quería era estar en mi casa en Caseros y reunirme con mis amigos del barrio, terreno más firme y familiar.Entre Ríos era una gran sábana verde con un rayón gris azulado en el medio, aunque mirándolo con más detenimiento también era un alambrado infinito, un chamamé ruidoso y mal sintonizado, el ruido del viento que se embolsaba en el auto, el reflejo hiriente del sol en la ruta allá adelante, las vacas eternas pastando al costado y la incertidumbre de casas siempre lejanas.Otra vez suena el pedregullo. Desaparece la ruta, atravesamos una tranquera abierta y paramos bajo una fresca arboleda. Mi viejo se baja enseguida, yo lo sigo y caminamos hacia la casa. Unas gallinas sueltas escapan entre cacareos, un par de perros ladran fuerte, papá golpea las manos y allá desde el fondo se acerca un hombre alto y flaco con un sombrero de alas anchísimas.- ¡Ya vá!dice y al ver a los visitantes se le dibuja una sonrisa franca.- Don Carlos, cómo anda tanto tiempo.El hombre abraza a mi viejo y enseguida enfoca su mirada en mi persona (éste es Albertito dice papá, y yo que ya estoy bastante incómodo, con eso sólo me ofendo, porqué no dirá Alberto).- Vos no te acordás de mí, si la última vez que viniste eras así de gurí. Ahora ya sos un hombre grande, ¿cuántos años tenés?- Trece.Respondo con un temor totalmente fundado dado que yo solamente era un pre-adolescente callado y solitario. Distinto sería si hubieran estado en ese momento mis amigos del barrio, ahí sí le hubiera contestado con una seguridad desafiante.Luego se ponen a hablar entre ellos, casi como si no yo no existiera, y entre los cacareos, los pájaros y el viento siseante entre las ramas oigo nada más que un palabrerío intraducible pero por demás sabido y por sobre el murmullo la "Z" intermitente del entrerriano, con ese acento que tanto conocía y que después de tantos viajes casi se me había pegado.Entramos a la casa. Nos recibe una señora gordísima y rosada con un delantal exageradamente gastado y una risa que parece una tormenta, como todas las risas de esas matronas de campo, abierta y bonachona. Rápido se acercan las cuatro hijas para saludar a los porteños.El hombre nos presenta a las nenas (14, 15, 17 y 20 años) y cuando me toca el turno de darles el beso protocolar me miran con una picardía que por supuesto captaba pero me servía nada más que para sentir una timidez que decididamente me superaba. Ni decir que hubiera querido desaparecer inmediatamente.Trato de protegerme, sutilmente me ubico por detrás de mi padre, miro a las paredes de la casa, de barro y adobe bien firme, pero es inútil: Marita, la menor, me mira y se ríe. Qué hacer en esta situación, entre el olor y el vapor del guiso que marcha y mi viejo dispuesto a quedarse para el almuerzo, qué hacer sino quedar totalmente paralizado e inmóvil?. Para mejor mi papá ahora me mira con un dejo de desagrado por mi actitud descortés y poco comunicativa. Y bueno, habrá que aguantar, faltan nada más que cinco horas y media para que se hagan las seis de la tarde, hora en que el viejo me prometió que nos íbamos.- Vamos a comer un pavo, y de paso probamos la escopeta nuevaDice el entrerriano. Entonces trae de la pieza un rifle nuevito, lustrado y con mira telescópica. Salimos de nuevo al patio y otra vez pierdo el hilo de la charla.- Cuál le gusta Don Carlos?Observamos lentamente el entorno, hay un galpón lleno de herramientas, un sulky despintado de azul, al lado un tractorcito y gallinas, perros y árboles por todos lados. Al fondo, detrás de un bebedero se ven unos diez o quince pavos gigantescos, que no parecen percibir el asesinato inminente. El hombre se apoya en una de las barandas del sulky, prepara el rifle y apunta. Se produce un ruido seco y de repente la arboleda calla, las gallinas y los pavos corren en desbandada, los pajaritos parecen haber desaparecido mágicamente. Allá, donde estaban los pavos, queda sólo un cuerpo tendido. Nos acercamos y vemos que se trata de la víctima, imposible identificarla ya que el balazo le voló la cabeza limpita. Llevan el cadáver a la cocina, la doña lo pela en dos minutos y lo mete en una olla.Mientras se cocina vuelvo a la insalubre actividad de responder a preguntas complicadísimas, como qué estudio, cómo está mi mamá, si me gusta el campo y qué lindos ojos que tengo. Menos mal que enseguida todos se sientan, charlan animosamente y se bajan una botella de aperitivo Marcela. Otro enigma indescifrable para mí era imaginar cómo hacía el viejo para tomar semejante brebaje amargo sin hacer una sola arcada.Marita charla con la madre y ayuda a poner la mesa. Mientras tanto, yo trato de esconderme de su vestido floreado y livianito, que pasa cerca y amenaza tocarme en cualquier momento. ¿Qué hora es? Uy, todavía faltan como cinco horas para irnos. Una eternidad.Llega la hora del almuerzo, me como una pata del pavo con papas, los grandes toman vino y el resto bebemos un jugo de naranja bastante aguado y medio tibio. Pero el pavo está buenísimoPor suerte mi viejo charla hasta por los codos, con lo que zafo de seguir respondiendo con monosílabos mentirosos y onomatopeyas evasivas. De postre, unas naranjas y manzanas. Termina la comida, papá enciende uno de esos asquerosísimos cigarros que compraba por kilo en Once, y se viene el desastre total: Marita me invita a jugar afuera. Socorro! (Pero papá, no te das cuenta por lo que estoy pasando, porqué no me salvás? Vámonos ya!).Cuando suena la voz de pito de Marita invitándome mi viejo me mira serio.- Andá gurisito, que acá te vas a aburrir.En la mirada me doy cuenta de que no es una propuesta, sino una orden estricta y de cumplimiento obligatorio. Así que no queda más remedio que salir al patio. Y bueno, la vida es así, de vez en cuando es necesario jugarse entero.- Vamos al galpón. Dice Marita.Así entramos a uno de esos galpones camperos con ese maravilloso e inovidable olor a maíz mezclado con bosta de caballo y grasa de carro. Comienza por mostrarme los conejos del corralito del fondo y rápidamente ordena:- Te juego una carrera!Y sale disparada hacia el campo. Yo sigo atrás, pensando continuamente qué le digo a esta entrerrianita rubia como el trigo que de ninguna manera pierde esa sonrisa picarona. Nos internamos en el maizal, de plantas altas que superan ampliamente nuestra propia altura, distribuidas en una simetría casi perfecta y con piso de chalas secas y crujientes. No sé cómo pero ahora me encuentro perdido en medio del maizal, con Marita al lado y acercándose peligrosamente. Sin dejar de mirarme se aproxima cada vez más y a mí me empiezan a zumbar los oídos, se me nubla la vista, pierdo la noción del tiempo y el horizonte es nada más que su cara que me está por atrapar. Como entre sueños percibo que me agarra de un brazo y siento que su boca blandita se apoya contra la mía sigilosamente: Ayayay, me está besando!Creo que el beso duró unas cuatro horas aunque en realidad habían pasado un par de segundos, pero lo que sí puedo asegurar es que en el campo se hizo un silencio y un vacío espantoso, quería correr despavorido pero estaba clavado al suelo, quería gritar algo pero estaba mudo. Marita se separa un poco, me vuelve a mirar y enseguida arremete de nuevo, pero esta vez con la boca un poco abierta. Yo, que sigo inmovilizado, no puedo hacer nada para detenerla, pero en ese momento siento que el nudo que tenía en el estómago se deshace y deja lugar a una sensación inédita e indescriptible, se me llenan los pulmones de aire y al sentir la humedad de su saliva en mi boca me embarga una felicidad desconocida.Después, noto que saca un poquito su lengua que se va internando tímidamente y recorre mis dientes y llega a tocar la mía. Ahora estoy sobrevolando el maizal, escucho claramente el griterío de los odiados loros que destruyen los marlos incipientes. El cielo y sus dos ojos cerrados son la misma cosa. El pelo rubio que me toca en las mejillas son las plantas de maíz vistas desde arriba. Atrapo los dos brazos tibios de Marita con mis manos y la beso suave pero firmemente. Así que esto era besar.En las dos horas que siguieron caminamos por el campo, me empezaron a salir las primeras frases medianamente coherentes del día, e intentaba besarla cada dos o tres pasos, y lo lograba!. Cuando atravieso su cintura con mi brazo me doy cuenta que por primera vez toco un vestido de mujer, y encima con una mujer adentro. Esto era realmente increíble, no veía la hora de volver a Caseros para contarles mi extraordinaria aventura a mis amigos, se iban a morir de envidia, aunque Walter y algunos otros ya tenían novia.Qué rápido se me pasó esa tarde, casi sin darme cuenta siento los gritos del viejo que me llama para retomar el viaje. Marita y yo nos miramos, nos damos el último beso y volvemos a la realidad del patio - gallinero. Ahora siento una mezcla de euforia triste, probablemente no la vea por mucho tiempo, o nunca más. Qué aventura fabulosa, cuántas oportunidades tiene uno en la vida de sentir en una misma tarde, pánico, felicidad, amor, tristeza, y todo eso en solamente dos o tres horas.Nos despedimos de todos, yo con una postura desconocida en mí saludo cordialmente a la señora y a su esposo, me despido de las chicas con una sonrisa y subimos al auto. Mi viejo me vuelve a mirar, pero ahora con un gesto de extrañeza y tratando de indagar a qué se debió este cambio.Acomoda en el asiento de atrás la intomable botella de Aperitivo Marcela que le regaló el pariente, arranca y saludando con las manos salimos de la arboleda. Otra vez la cinta asfáltica, las alambradas, las vacas que se mantienen en el mismo lugar que las dejamos hace unas horas, la radio local que sigue con interferencias, y el sonido del espectacular silbido de mi viejo que ahora interpreta "Canaro en París". Sin sacar la vista de la ruta me dice:- Viste que te dije que nos íbamos a las seis y nos fuimos a las seis?. No te podés quejar eh, gurí?.Yo, tirado contra el respaldo de la butaca y con un aire canchero de hombre mayor ya realizado, le contesto:- Sí papá, pero, cuándo volvemos?Ay Albertito, quién te entiende.



Autor anónimo